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 ¡JESÚS ES DIOS! 


PREGUNTA:  ¿Dónde en la Biblia dice que Jesús es Dios?


RESPUESTA:  Seamos claros sobre lo que queremos decir cuando decimos que “Jesús es Dios”.  Esto no significa que Jesús de Nazaret y Dios son exactamente el mismo ser.  El ser eterno, infinito y divino que es el único y viviente Dios ha existido siempre como las tres personas de la Trinidad.  Los conocemos como Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo (véase Mateo 28:19). 


El eterno Dios el Hijo, también conocido como el Logos (Juan 1:1), en un punto específico del tiempo en la historia entró en un tipo de unión con la persona humana que conocemos como Jesús de Nazaret (Juan 1:14). 


Como resultado, la persona humana Jesús es Dios en el sentido de que tiene una naturaleza verdaderamente divina en adición a su naturaleza verdaderamente humana.  Esto significa que sus pensamientos, palabra y acciones son los pensamientos, palabras y acciones de Dios (específicamente de Dios el Hijo, el Logos).


Esta encarnación de Dios en la persona de Jesucristo fue profetizada en el Antiguo Testamento.  Por ejemplo, en Salmo 45:6 al Mesías como rey victorioso se le dirige así: “Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre”.  En Isaías 9:6 se le asigna el nombre “Poderoso Dios”. 


El Nuevo Testamento también agrega mucho testimonio a la naturaleza divina de Jesús, como lo resumimos abajo.


I. A JESÚS SE LE DAN TÍTULOS DE DEIDAD


Varios de los títulos aplicados a Jesús son indicaciones de su deidad; explicaré dos de ellos aquí.  Primero, el título “Hijo de Dios” se utilizó frecuentemente para Él.  Véase Mateo 3:17; 16:16; 17:5;


Marcos 3:11; Romanos 1:4. Sabemos que esto implicaba su deidad solo por la manera en la que sus enemigos judíos reaccionaban cuando se le llamaba así.  En dos ocasiones cuando Jesús se refirió a Dios como su Padre, los judíos lo acusaron de blasfemia y querían matarlo porque “no sólo violaba el día de reposo, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Juan 5:18; véase 10:33, 36). 


En el pasaje de Juan 5, cuando Jesús responde a esta acusación (versos 19-47), nunca niega que estaba “haciéndose igual a Dios”. 


El incidente en Juan 10 también muestra que las declaraciones de Jesús (“yo y el Padre uno somos”, versículo 30, y “yo soy el Hijo de Dios”, versículo 36) tenían implicaciones de deidad. 


Cuando, al estar en su juicio ante el concilio judío, Jesús reconoció que era el Hijo de Dios (Lucas 22:70), el concilio declaró que “debe morir, porque pretendió ser el Hijo de Dios” (Juan 19:7).


También debemos notar que el título “Señor” (en griego, kurios, utilizado en referencia a Jesús 500 veces) era un título de deidad cuando se le aplicaba a Jesús en el contexto de la piedad judía. 


La mayoría de los judíos del tiempo de Jesús conocían la traducción griega del Antiguo Testamento hebreo, conocido como la Septuaginta. 


En el hebreo original, el nombre divino de Dios, “Jehová” se utiliza más de 6000 veces; y en la mayoría de los manuscritos de la traducción griega, el título “Señor” (kurios) se usa para representar “Jehová”. 


Así que, cualquier judío que conocía su Antiguo Testamento en su formato Septuaginta hubiera asociado este título kurios inmediatamente con Jehová, el único Dios verdadero.  No hay manera de que el Apóstol Pablo y otros escritores del Nuevo Testamento (que muestran una familiaridad con la Septuaginta) hubieran aplicado este título a Cristo sin que en sus mentes lo asociaran con Jehová.


II. JESÚS REALIZÓ OBRAS DIVINAS


En el Nuevo Testamento, a Jesús (especialmente en su naturaleza transcendente) se le describe haber realizado obras que solo Dios tiene el poder y la prórroga de hacer.  Esto incluye la creación original de todas las cosas (Juan 1:3; 1 Corintios 8:6; Colosenses 1:16; Hebreos 1:2) y la obra de providencia (Colosenses 1:17; Hebreos 1:3).  La salvación, también, es una obra divina; y el Nuevo Testamento representa a Jesús por encima de todo, como el Salvador del mundo.  Esto incluye su autoridad de perdonar pecados (Marcos 2:10), lo cual es prórroga solamente de Dios (Marcos 2:7).  Que Jesús haya estado involucrado en las obras de creación, providencia y salvación establece su divinidad.


III. A JESÚS SE LE LLAMA DIOS


El hecho de que el Nuevo Testamento, en varias ocasiones, específicamente se refiere a Jesús como Dios es una evidencia fuerte de su naturaleza divina.  Juan 1:1 declara, “En el principio ya existía el Verbo [el Logos], y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.”  Esta persona de la Trinidad llegó a ser Jesús (Juan 1:14). 


Después de su resurrección el Apóstol Tomás se dirige a él como “¡Mi Señor y mi Dios!” (Juan 20:28).  Jesús no lo reprendió por su gran confesión, y elogia a todos los que llegaría a compartir esta convicción (v. 29).  En 1 Juan 5:20, a Jesús se le llama “el verdadero Dios y la vida eterna”.


En Romanos 9:5, el Apóstol Pablo dice que los judíos eran privilegiados por ser “de quienes, según la carne, procede el Cristo (el Mesías), el cual está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.”  Esta es la única traducción que tiene sentido en el contexto.  También, en Tito 2:13, Pablo dice, “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús.” 


En otras palabras, Cristo Jesús ES “nuestro gran Dios y Salvador”.  Este lenguaje es similar a 2 Pedro 1:1, lo cual hace referencia a “la justicia de nuestro Dios y Salvador, Jesucristo”.  Hebreo 1:8 dice que esta declaración en Salmo 45:6 se aplica a Jesús: “Pero del Hijo dice: ‘Tu trono, Oh Dios, es por los siglos de los siglos’”.


IV. JESÚS TIENE IGUALDAD CON DIOS


Muchas veces en el Nuevo Testamento se le describe a Jesús de maneras en las que lo igualan con Dios.  Por ejemplo, en la Gran Comisión en Mateo 28:19, se nos manda bautizar a pecadores (literalmente) “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.”  No “nombres de”, sino el nombre (singular) de”. 


En los tiempos de la Biblia, el NOMBRE de una persona representaba a la persona como tal—sus cualidades, carácter, y naturaleza misma.  Aquí, el “nombre” singular indica que las tres personas de la Trinidad comparten las mismas cualidades, naturaleza y autoridad.


En Juan 5:23, Jesús dice que el Padre la ha dado todo juicio al Hijo, “para que todos honren al Hijo así como honran al Padre”.  La palabra “así como” (kathos) indica que el Hijo debe recibir honor igual al Padre.


En Gálatas 1:1, Pablo separa a Jesús de la categoría de mera humanidad y lo pone en un nivel igual a Dios el Padre.  Declara que fue nombrado ser apóstol “no de parte de hombres ni mediante hombre alguno, sino por medio de Jesucristo y de Dios el Padre”. 


En Filipenses 2:6, Pablo declara que Jesús, en su identidad pre-encarnación simplemente como el Logos “existía en forma de Dios” y “no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse”. 


En otras palabras, no tenía que aferrarse a ser igual con Dios porque era inalienablemente suya por naturaleza, y no tenía que aferrarse a él celosamente porque nunca lo perdería.  Colosenses 2:9 simplemente declara, “Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en El”.  No podríamos pedir una afirmación más clara de la deidad de Cristo.


También debemos notar que el libro de Apocalipsis una y otra vez coordina la obra del Padre con la obra del Cordero en su gloria celestial.  Por ejemplo, Dios y el Cordero tienen un trono (22:1, 3). 


El día de juicio es el gran día de “su ira” (6:17).  Se les describe a ambos con el lenguaje de eternidad.  En 1:8, Dios el Padre dice, “Yo soy el Alfa y la Omega . . . el que es y que era y que ha de venir” (también 1:4; 4:8; 10:6; 15:7; 21:6).  Luego, en 22:13, Jesús dice, “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Principio y el Fin” (también 1:17; 2:8).  Por lo tanto, el Padre y el Hijo comparten la misma naturaleza eterna, la cual le pertenece solamente a Dios.


V. JESÚS ES ADORADO


Significativamente, la naturaleza divina de Jesús es vista en el Nuevo Testamento en los muchos lugares donde se le adora de la misma manera en la que se adora al Padre.  Es claro que ni hombres (Hechos 10:25-26), ni ángeles (Apocalipsis 19:10; 22:8-9) pueden recibir adoración justamente.  Pero Jesús nos pide honrarle así como honramos al Padre (Juan 5:23), y recibió la adoración sincera de Tomás (Juan 20:28).  Filipenses 2:10-11 dice que aquellos quienes adoran al Hijo le traen gloria al Padre.


La enseñanza culminante de la naturaleza divina de Jesús se encuentra en el libra de Apocalipsis, donde todas las huestes celestiales se ven dándole expresa adoración al Cordero (5:8-11).  Dicen, “El Cordero que fue inmolado es digno de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza” (5:12). 


Luego sigue la evidencia más irrefutable de la deidad de Cristo en toda la Escritura, cuando “toda cosa creada” (una categoría en la que NO está incluida Cristo) ofrecen adoración al Padre y al Cordero de igual manera: “Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los siglos de los siglos” (5:13).


VI. JESÚS ES IDENTIFICADO CON  YAHVE


Finalmente, en el Nuevo Testamento, varios textos del Antiguo Testamento que hablan de Yahve son citadas en referencia a Jesús, así identificando a Yahve como la Trinidad y Jesús como el Logos encarnado. 


Por ejemplo, tanto Isaías 40:3 y Malaquías 3:1 hablan de un mensajero (Juan en Bautista) quien preparará el camino para Jehová, pero los textos del Nuevo Testamento muestran que este último es Jesús.  Hebreos 1:10-12 cita Salmo 102:25-27, refiriéndose a Jesús.  Especialmente significativo es Joel 2:32, lo cual dice que “Y todo aquél que invoque el nombre del SEÑOR Será salvo.” 


El Nuevo Testamento cita este pasaje dos veces, y lo refiere a Cristo: Hechos 2:21, 36; Romanos 10:9, 13.
Concluimos que el testimonio bíblico de la naturaleza divina de Jesús es abundante, clara y conclusiva.  ¡JESÚS ES DIOS!



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